Comentario diario

El problema está en tu ojo

Hay muchos refranes que expresan una misma idea o parecida, por ejemplo: «dime de qué presumes, y te diré de qué careces», o  «cree el ladrón que todos son de su condición», y así un largo etcétera. Es una idea cierta que expresa una realidad muy frecuente: acusamos a los demás de nuestros propios errores.

La tarea de Jesús era y sigue siendo hoy una tarea doble: la de devolver la vista a los ciegos, pero precisamente para que esto pueda suceder, antes ayudar a los hombres a reconocer su propia ceguera.

El único pecado, dice Jesús, que no será perdonado será la blasfemia contra el Espíritu Santo; es decir, negar el poder del espíritu Santo para rehacer o recrear a un hombre roto, deshecho por su propio pecado.

Solo aquel que insensatamente piensa que no necesita convertirse ofrece un obstáculo real a la acción salvadora de Dios, que verdaderamente puede convertirlo. No hay pecados ni pecador, que Dios no pueda perdonar, a quien Dios no pueda absolver con la única condición de que se confiese. Ese es el problema, lo que Jesús decía con tristeza a los fariseos, que ?aunque estés ciegos vosotros creéis que veis?.

La enseñanza de Jesús en el evangelio de hoy manifiesta a las claras esta verdad: No es que sea sucio lo que veo, tantas veces lo que está sucio es el ojo con que miro. Por eso, antes de acusar y señalar por simple y mera prudencia, conviene asegurarse de que estoy viendo la realidad y no algo que yo he distorsionado con mi propio pecado.

Algo parecido enseña esta historia:

Una pareja de recién casados, se mudó para un barrio muy tranquilo. La primera mañana en la casa, mientras tomaba café, la mujer vio a través de la ventana, que una vecina colgaba sábanas en el tendedero y dijo:

? ¡Que sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero!

? ¿Quizás necesita un jabón nuevo?

? Me agradaría ayudarla a lavar las sábanas.

El marido miró y quedó callado. Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso, mientras la vecina tendía sus ropas al sol y el viento. Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpias, y dijo al marido:

? Mira, ella aprendió a lavar la ropa ?

? ¡Qué bien!

El marido le respondió:

? Mmm ? no es lo que piensas.

? Hoy me levanté más temprano y lavé los cristales de nuestras ventanas.

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